[Villa Rodorio] - Entrada

-Tranquila.- le dije a Seiren con tranquilidad, tomando su mano que buscaba colocarme algo metálico en la cara. – Confía en mí, se lidiar con este tipo de sujetos. - musité sin importar que pudiesen escucharme, de todos modos parecían ignorarme, tan típico. Quise devolverle la mascara a mi hermana pero ella ya se había alejado, podía su intranquilidad, pero no podía evitarle que desconfiara de todo. Podía entender esos sentimientos, solía ser así, pero no tenía su porte maduro.

Una voz repentinamente respondió ante lo que había dicho antes, al parecer el líder de la manada de burros, porque era el único que se digno en hablar. Pero no era precisamente la actitud que esperaba en retorno, y no se por qué me sorprendía, después de todo me veía como una chiquilla, o ni eso. Arqueé una ceja al escuchar sus últimas palabras mientras sentía por una leve perturbación del aire que estaba moviendo algo frente a mi rostro. Olisqueé un poco…

-¿Una fruta?- Volteé el rostro un instante hacia Seiren. – ¿Que demonios se supone que hace? – Volví rápidamente mi rostro hacia el frente como dirigiéndome al soldado. –¿Es una broma? Vaya que eres estúpido… ¡¿Me ves cara de animal acaso?!- espeté con severidad y enojo dejando que mi cosmos se encendiera un poco rodeándome de un aura dorada imperceptible para quien no conoce el cosmos que solamente siente la hostilidad que emana. Pero nuevamente una extraña sensación, la armadura parecía negarme la hostilidad, y no pude evitar notar algo familiar, un destello de luz en los dos individuos con los que discutíamos.

Me acerqué a Seiren, golpeando suavemente la armadura con mi dedo índice provocando un leve repicar, acompañado del tintinear de los cascabeles en mi muñeca.

-Aún te falta una pequeña cosa…Mira más allá de ellos. – le murmuré para que pudiese percatarse de lo que yo sentía. Aun así poder estar tranquilas estaba mas lejos de ser o no una realidad aquello que creía. Me dispuse a dirigirme tanto al legionario como al otro joven que verdaderamente ya ni entendía por que estaba allí.

-Creo que no están entendiendo su posición aquí, así que se los dejaré en claro. Que pasen de aquí dependerá de lo que respondan así que piensen bien sus palabras, solo quien sea digno y merecedor podrá pasar y si yo fuese ustedes…- me pause un momento fijando mi rostro hacia el romano. – …no haría nada estúpido, sus cacharros aquí valen nada. Entonces vuelvo a preguntarles ¿Qué hacen aquí y qué buscan?- mi voz resonó con seriedad, por momentos algo agresiva, dejando en claro que como “niña” no debían tomarse nada tan a la ligera. Muchos podían tener en su interior el brillo de un cosmos oculto, pero mas allá de no ser algo seguro, eso no evitaba que fuese un peligro o no fuese digno de poder poner un pie en el santuario. Me crucé de brazos esperando una respuesta, asegurando mis pies al suelo para que las vibraciones me permitieran estar preparada para cualquier movimiento.

-Tú y tus entradas extravagantes, Aspros. – Musité echando un suspiro algo divertido, mientras volteaba el rostro como si lo observara por sobre mi hombro, sin duda alguna su presencia entera delataba su identidad, y bueno ni hablar de su actitud. Pero de cierta forma esta vez no tuve ese inmediato escalofrío que me obligaba a ponerme en guardia en desconfianza. Algo en su interior se sentía mas en serenidad, aun así tal vez fuese cuestión mía pero para confiar y recaer en él como un compañero necesitaba una muestra de buena fe, tenía que ganárselo y algo en la tensión que se generó cuando se dirigió a mi hermana no me agradó en lo absoluto.

-Así que has crecido, me pregunto que tanto. – espeté sonriente. – Pero deberías recordar ya desde nuestro anterior encuentro que puedo pensar por mi misma, y cuidarme también. – Pero mis palabras tenían poco sustento en aquella situación, que por algún motivo que no terminaba de comprender, seguía advirtiendo un total colapso. A medida que las palabras se intercambiaban mi sonrisa fue desapareciendo y mi temple se tornó serio. Por algún motivo, no me sorprendía, pero me enfadaba. Fue cuando todo ya estaba demasiado confuso y alertante que decidí intervenir, sentía el aire perturbado y las esencias de cada uno en un brote descontrolado.

-¡SUFICIENTE! ¿Y después se supone que la niña soy yo? – vociferé con severidad, irrumpiendo la situación para que no fuese a mas, mi voz ya cargaba hasta con una pizca de enojo. Tal vez el tiempo y lo aprendido no me había dado paciencia pero me había abierto la cabeza bastante.

-Seiren, vuelve al santuario.- pronuncié con fuerza aunque con la cabeza algo baja, pero no sentí nada, ni un movimiento ni una reacción, qué estaba pasando por su mente para estar tan ensimismada. Me puse frente a ella sin importarme que mi estatura no generara ni un mínimo de imponencia. – Si quieres ocultarte tras algo falso no me importa, aunque no entiendo por qué lo haces, si Athena te juzgase por ser mujer no cargarías esa armadura. ¡Pero comienza a valorar tu vida! Piensa un poco lo que has elegido, aunque seas una guerrera no te permitiré que te pongas en riesgo por tonterías. ¡No frente a mí! – tal vez era algo notable lo que me costaba ser ardua con ella, pero estaba furiosa, es que acaso ¿no se daba cuenta que me importaba? Hasta el continuo tintinear de los cascabeles en movimiento mostraban mi aflicción y mi severidad.

Me voltee rápidamente hacia Aspros, aún interponiéndome entre ambos, y aunque mis ojos estuviesen perdidos en la oscuridad se notaba que por dentro estaba clavando la mirada en su ser, y no lo hacía con agrado. – Y tú…vienes con aire de gloria y madurez y estas tan verde como antes, tal vez es que estas tan acostumbrado a ese duelo retorcido que no puedes simplemente deshacerte de él. Tú no dudarías en matar, incluso ante alguien que si hubiese venido de manera hostil no se estaría tratando con palabras. ¿Aún aspiras tan alto, Aspros? Porque no pareces entender todavía lo que significa ser lo que eres, el cosmos no es solo un gran poder, y ella…-tocando con mi dedo mi armadura pero intentando hacerle entender que me refería a la suya. – no velará por ti si no eres capaz de escucharla. ¿O estas olvidando los ideales por los que luchas? Eso…- Señalé esta vez a la manada de hombres confundidos. – es parte del mundo que proteges. A ver si lo entiendes de una bendita vez, carajo. Y ya te lo dije una vez y no quiero repetirlo, no tolerare peleas entre compañeros, si quieres diversión me aseguraré de entretenerte pero se quieran o se odien se van a tener que tolerar.- sin mas preámbulos me di la vuelta, ni quería escuchar si había respuestas puesto que no estaba con ganas de tener que hacerle frente a orgullos, primero me importaba dejar las cosas en claro con los extraños.

-Y en cuanto a ustedes escúchenme bien porque diré esto solo una vez y más vale que lo entiendan. El santuario esta fuera de sus limites a menos que demuestren merecerlo…-me dirigí en particular al general y al joven que era en quienes sentía esa extraña y familiar sensación como si las estrellas los alumbraran. – esto no es Roma, ni ningún otro lado cualquiera, para permanecer aquí despójense de sus armaduras y de cualquier mala intención, no son soldados y no tienen poder ni autoridad sobre nadie. Porque estarán bajo nuestro juzgar, y ante el más mínimo error me asegurare de yo misma arrasar con ustedes como los gladiadores en el coliseo. No lo repetiré...¡¿ENTENDIDO?! – finalicé extendiendo la capacidad de mi voz, casi gritando, por que si eso no bastaba las cosas se pondrían feas, y me iba a asegurar de que quedara claro que no era ningún juego y de niña no tenía nada mas que la pinta. Me crucé de brazos, no sabía si esperar algo o simplemente irme. Cuando pudiese retomar la calma intentaría hablar mejor con Seiren, si es que me volvía a hablar. En cierto punto, en el fondo de mi pecho no estaba segura si lo que había hecho era correcto o no, peor era lo que creí necesario en ese instante y ya no podía retractarme.

-¡Bendita sabandija!- espeté furiosa al verlos desaparecer llevándose a Seiren, si le hacía daño, un solo dedo encima a mi hermana, le haría pagar. No importa cuanto discurso diera o cuanto quisiese probar que había cambiado para mejor, no confiaba en él, y probablemente nunca llegaría a hacerlo. Como se atrevía a seguir juzgando e insultando a mi maestro, al menos él conocía el significado de esperanza y comprendía el anhelo de un mundo donde la paz fuese algo posible.

-Ladra todo lo que quieras, nunca vas a cambiar. Lo que yo haga, será mi problema.- murmuré más para mí misma que otra cosa, pues él ya no estaba para escucharme, y eso era un pensamiento que necesitaba sacarme del pecho. Tenía una mala sensación, teniendo en cuenta que en las manos de alguien a quien recordaba extremadamente sádico y violento se encontraba mi hermana. Pero debía confiar en que si cargaba esa armadura era porque ese tipo de hombre no surgiría, además tenía que confiar en Seiren, ella sabría protegerse.

Me dí rápidamente la vuelta, escuchando las tonterías del romano, pero bueno supongo que estaría en su forma de ser tanta formalidad, al menos tenía la intención de ser agradable.

-¿Doncella? – musité arqueando una ceja mientras me quedaba observándolos de brazos cruzados. Cerré mis ojos un momento liberando un suspiro para volver a abrirlos con lentitud. – Me temo que una simple acción no bastará para dejarlos sueltos a su gusto, tendrán que tolerar mi vigilancia hasta que juzgue si merecen poder estar aquí con vida y decida dejarlos vagar. Eso claro implica a sus compañeros soldados a quienes no puedo ofrecerles mas que el visitar este tranquilo poblado y hospedarse en sus posadas tal vez, en cuanto a ustedes dos…- dirigiéndome al capitán y al joven que parecía mas que perdido. -…ustedes no solo tendrán que cumplir estos requisitos sino que además quisiera tener una charla con ustedes, y les advierto desde ya que piensen bien lo que irán a responder. Y en cuanto al riesgo que corren si hacen algo incorrecto, les repito que hablo muy en serio, y no soy paciente, no tendrán segundas oportunidades.- me pause un momento intentando tomar una actitud mas tranquila.

-Mi nombre es Sylvanas, no me hace diferencia que lo sepan, es tan solo un nombre. No soy Aspros, así que pueden ahorrarse tanta elocuencia, no me besen los pies solo respétenme, por su propio bien claro. Las preguntas no requieren confianza, en todo caso lo necesitan las respuestas. Si lo que tienes son dudas, dilo y ya. ¿Qué tienes para perder? Pero primero tengo yo una pregunta para ustedes…¿Qué es lo que buscan? Algún motivo deben tener para estar aquí.-

Ya verdaderamente no me importaba la clase de impresión que daba, si me tomaban o no por chiquilla estaría en su juzgar y bajo su riesgo subestimarme. Tenía bastante abrumada la mente como para que me importara si les agradaba o no, si les intimidaba o no. Pero me mantuve tranquila, cruzada de brazos esperando por una respuesta de esas presencias inquietas. ¿Por qué? Porque en mi interior algo me decía que debía, que había algo que me estaba pasando desapercibido sobre esos dos hombres. Tal vez la armadura o las estrellas deseaban mandarme una señal, o tal vez era solo una corazonada, traté de mentalizarme en mantener la esperanza de que había todavía una humanidad con futuro y con corazón, así que solo esperé.

El joven que tan perdido y callado andaba salió por fin de su letargo mental, o tal vez de su reflexión para imponer su presencia y su pensar. No estaba segura de por qué creía necesario tanta firmeza en sus palabras, tal vez era una determinación llena de ímpetu, tal vez era de esos que acostumbraban a hacerse valer por encima, pero parecía mas una necesidad defensiva ante la severidad con la cual les había tratado. Eché un leve suspiro mientras le escuché hablar, en todo momento con un temple sereno. Pronto el romano se mostraba impaciente por intentar dar con su mejor explicación, algo que me pareció prudente porque evaluaba con seriedad tanto sus palabras como su reacción interior al hablar. Los latidos de sus corazones eran sinceros, sus respiraciones algo ahogadas, como si hubiese cierto nerviosismo en encontrar las palabras. No tenía duda de que cada quien tenía un camino marcado y dentro de este uno tenía sus experiencias y sus emociones frente a la vida. Pero no era eso lo que me interesaba en ese momento, sino el verdadero propósito bajo la persona, y al sentir su entusiasmo y su anhelo cada vez mas podía percibir esa aceptación de mi cosmos y de algo velando por ellos. Estaban marcados a un destino grande pero arduo, el tiempo diría si estaban preparados para tomar ese camino. No todos llegaban a ver la luz por mucho que la sintiesen.

-Buena respuesta.- Les respondí intentando brindándoles una pequeña sonrisa aunque por dentro no me sintiera como para andar carismática, dejarles que respirasen tranquilos al menos por el momento. –Intentaré responder a sus dudas, pero de ahí a que puedan descubrir la respuesta que buscan, esta en ustedes... Síganme.- les dije volteándome en dirección al pueblo, deteniéndome un momento para esperar por algún accionar.

-No es una orden, sino una opción…Ustedes deciden.-